jueves, 17 de marzo de 2011

«Hoy se habla de moros, ayer de ‘castellans’»

JORDI PUNTÍ, ESCRITOR. PUBLICA ‘ELS CASTELLANS’
Jordi Puntí se encara a un conflicto, el de catalanes autóctonos e inmigrados en los 70 y 80, tan real como mistificado.
(Texto completo en El Periódico)

La serie ‘Els castellans’, publicada en la revista ‘L’Avenç’ en el 2007, ha quedado reconvertida en una recopilación de relatos (mañana sale a la venta) que retratan una niñez de periferia industrial en Manlleu. Unos en los ‘hermanos’, los otros en la escuela nacional. Peleas a pedradas. Una cohabitación con inmigrantes procedentes del sur que a menudo fue áspera, de reojo.

–¿Aún es necesario?
–Llamábamos a andaluces o murcianos castellans y hoy se habla de moros, sean árabes o amazighs. En el último capítulo viajo el presente, y el conflicto está de nuevo vivo. Y se ha agravado. En lugares como Manlleu, cuando llegan los castellans hay toda una clase que siente que ha subido un escalón social porque ahora hay unos por debajo. Eso es conflicto, un conflicto que el pujolismo arrinconó y que hemos olvidado.

–También la tradición del PSUC. ¿Hemos hecho ver que todo fue más fácil de lo que en realidad fue?
–Ya en el título renuncio al buenismo. Els altres catalans , un libro que explica muchas cosas, tiene un título buenista. Hablar de els castellans en cambio es incómodo. Convenía olvidar todo esto.

–¿Quien habla ahora de quillos no demuestra que algo sigue latente?
–Hay mucha gente que se ha ido encontrando en el día a día: en la parroquia, en el sindicato, al casarse, al progresar económicamente y salir del barrio. Pero también hay una estructura subyacente: la fractura se mantiene donde no hay mezcla. La tensión Barça-Madrid es un elemento de fractura atenuada, inofensivo... Pero sobre todo, catalanes y castellans han hecho frente común contra la nueva inmigración. Es siempre el miedo al invasor, a lo desconocido.

–Impresiona leer frases como ‘no hagas esto, que hace castellano’.
–Es un discurso que estaba muy vivo. Y hoy lo es también con los moros. Podemos ser todo lo políticamente correctos que queramos, pero en la conversación de bar es así. 

–¿Ha habido reconciliación?
  –Más que reconciliación, es hacer ver que no pasó nada. No ha habido nunca el reconocimiento del conflicto. Porque el conflicto no llegó a estallar nunca: era como asumir un rol. Pero el concepto de catalán de toda la vida frente a los catalanes de adopción aún me pone los pelos de punta. Quiere decir que hay catalanes de primera y de segunda. 

 –¿La segunda versión de esta xenofobia está siendo más franca, cruda y sin tapujos que la primera, no? 

 –Sí, en muchos aspectos es claramente peor.